lunes, 18 de agosto de 2014

Tengo los ojos llenos de ganas de verte.. 

Lágrimas queman mi rostro con amargura e impotencia, ¿por qué?, ¿Por qué no hice nada? ¿Podía hacerlo? Puede que hubiera podido guardar mi orgullo y junto a él las lágrimas que recorrían mis mejillas, pero que esas gotas lleguen a mi boca, tan saladas me hicieron decir que no. No! No iba a verme nadie así, no lo consiento. Me tumbo en la cama, consigo relajarme, suena el teléfono otra vez. Es verdad, le había dicho que espere un poco para llamarme, pero ya no quiero salir a la calle, no quiero que mis ojos me delaten, no quiero que nadie sepa que he llorado, me sube una presión desde el estómago y aunque no quiero, contesto el teléfono… ¿Para qué? ¿Para que he descolgado? Nada más que para dejarlo todo peor, mientras hablo por teléfono un susurro en la oreja me dice que me aguante y salga, pero entre tanta presión de atender el teléfono e intentar comprenderme a mí, sale al balcón una mujer que sólo grita... Con tanto escándalo termino por decir adiós y me voy a la cama otra vez... Ahora si escucho esa vocecita y comprendo que no pasa nada porque me vea caer una lágrima y llamo. Ya es tarde, ya nadie contesta el teléfono. Toca aguantarse y atender ya no al teléfono, sino a las consecuencias.

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